Dar es misión

Como parte de la familia de Dios, estamos en una misión. Nos fue dada por Jesucristo a través de los apóstoles. Y cuando elegimos seguir obedientemente y dar para el desarrollo de la iglesia, estamos eligiendo dar para la misión de la iglesia.

La misión de Jesús cuando vino a la Tierra fue rescatar a la humanidad de su pecado y reestablecer su relación con Dios, el Padre. Nada le impidió ni lo distrajo de cumplir esa misión. El diablo se esforzó por tentarlo. Los fariseos lo acusaron de quebrantar la ley para que pudiera ser condenado. En ocasiones, incluso Sus discípulos se interpusieron en Su camino antes de entender completamente la voluntad del Padre. A pesar de todo, Jesús continuó Su camino para dar vida y paz a todos los que creyeran en Él. Al dar Su vida, Jesús nos dio a todos la oportunidad de entrar en Su reino. Él nos dio la oportunidad de ser perdonados, renacer y vivir en comunión eterna con el trino Dios.

Antes de ascender a Su Padre, Jesús dejó Su misión en manos de Sus discípulos.

Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. (Mateo 28:19-20)

Cuando fueron llenos del Espíritu Santo, los apóstoles compartieron el Evangelio de Jesús y la iglesia de Cristo comenzó. Jesús creó intencionalmente esta institución, le encargó Su misión, y luego les asignó a los seres humanos la responsabilidad de gestionarla. Nosotros somos la iglesia, y estamos llamados a asumir esta misión.

A medida que los creyentes crecen espiritualmente y maduran en su fe, obtienen el entendimiento de que todo lo que tienen ha sido dado por Dios y le pertenece a Él.

Con la guía y la inspiración del Espíritu Santo, los creyentes aprenden a confiar en Dios y a reconocer cómo pueden utilizar lo que se les ha dado para dar generosamente a los demás, para que todas las personas puedan llegar a conocer a Jesús.

Esto significa que no sólo damos a las misiones, sino que el dar cristiano, por sí mismo, es la misión a la que somos llamados: dar una parte de lo que tenemos por causa del Evangelio. Jesucristo dio vida a los muertos, tanto espiritualmente como físicamente; los cristianos siguen humildemente Su ejemplo al dar de sí mismos para el bienestar espiritual y físico de los demás.

La declaración de misión de la Iglesia Nueva Apostólica se vincula directamente con la Gran Comisión:

Ir hacia todas las personas para enseñarles el Evangelio de Jesucristo y bautizarlas con agua y con el Espíritu Santo. Ofrecer asistencia espiritual y cultivar una estrecha comunión en la cual cada uno experimente el amor de Dios y la alegría de servir a Él y a los demás.

Dar es misión porque quienes dan hacen avanzar la misión. Debido a que Jesus estuvo dispuesto a dar Su vida en la cruz, la misión avanzó. Debido a que los apóstoles dejaron el aposento en Jerusalén y dieron sus vidas para anunciar el Evangelio, la misión progresó. Si los primeros cristianos no hubieran estado dispuestos a compartir aquello con lo que fueron bendecidos, haya sido grande o pequeño, ¿qué tan lejos se habría difundido el mensaje? Jesús guió el camino para nosotros, y Él es nuestro ejemplo a seguir. Queremos hacer de Su misión nuestra misión; y así como Él fue generoso y estuvo dispuesto a dar todo por nosotros, adoptemos la misma disposición y generosidad para ver cumplida la misión de Su iglesia.

¿Qué se necesita para que la misión sea cumplida? ¿Qué se necesita dar? Dios envió a Su Espíritu para guiar la toma de decisiones, pero no como una dotación para financiar la misión. Él nos dejó eso a nosotros. La iglesia institucional y visible depende del apoyo financiero de los creyentes para cumplir su propósito divino. Cuando observamos nuestro mundo a través de la lente del amor de Cristo, comprendemos fácilmente que se necesita asistencia financiera, junto con nuestro tiempo y dones, para que el mensaje sea difundido.

Ir a los demás y enseñar el Evangelio requiere de nuestra disposición a dedicarnos a las enseñanzas de Jesucristo y rendirnos a los impulsos del Espíritu Santo. ¿Por qué haríamos esto? Simplemente porque reconocemos que la misión de Dios es salvarnos. Y hemos sido llamados para un propósito.

Nuestra fe en Cristo es una dádiva, y nuestro papel en la misión de Cristo es un privilegio y un honor.

Cuando somos plenamente conscientes de cómo llegamos a estar en una relación con Dios, nos dedicamos a aprender más sobre Jesús y entregamos nuestra voluntad al Espíritu Santo.

Cuando asumimos la misión de la iglesia, encontramos que hemos sido llamados para compartir nuestras historias de fe con los demás para mostrar cómo hemos sido salvados y transformados. Damos de nosotros mismos de esta manera para ayudar a los demás a ver el poder de Cristo. Tal vez sintamos que nuestro conocimiento del Evangelio no es suficiente, o quizás nos dé temor hablar sobre Jesús porque nunca lo hemos hecho fuera de la iglesia, sin embargo, entrégate completamente a Su misión y experimenta cómo Él proveerá para ti. Esto se puede ver una y otra vez en el libro de Hechos. Algunos ejemplos son cuando Pedro y Juan hablaron ante el Sanedrín en el capítulo 4; o cuando, lleno de valor, Esteban proclamó el Evangelio en los capítulos 6 y 7; la enseñanza de Felipe al eunuco etíope en el capítulo 8; la visita de Pedro a Cornelio y su familia en el capítulo 10; cuando Pablo y Silas fueron encarcelados en el capítulo 16; y cuando Pablo naufragó en el capítulo 27.

¿Dónde empezamos? Mira a las personas más cercanas a ti. Las parejas pueden compartir y recordarse mutuamente las buenas nuevas. Los padres pueden enseñar a sus hijos leyendo las Escrituras, orando juntos y siendo un ejemplo en su disposición para dar y compartir con los demás. En la comunidad en la que vivimos, no nos limitemos a nuestros hogares, sino que veamos a quiénes ha colocado Dios a nuestro alrededor, y busquemos Su guía sobre cómo podemos impactar a nuestros vecinos por causa del Evangelio. Y finalmente, a medida que atravesemos cada día, seamos conscientes de la misión y estemos determinados, como discípulos de Jesús, a dar de lo que tenemos para ayudar a los demás a experimentar el gran amor de Dios.

Te animamos a entregarte a esta misión, a unirte con otros creyentes demostrando tu disposición a compartir y dar para la difusión continua del Evangelio. Ten un corazón abierto al impulso del Espíritu Santo mientras Él guía tu dar y, cada día, busca hacer tu parte para promover la misión, compartiendo el Evangelio y glorificando a Dios.


Giving is Mission