Nuestro deseo para dar, empieza y termina con Dios. Juan escribió en 1 Juan 4:16: «Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él». Es el amor el que nos ha llevado del borde de la desesperación a la comunión con Dios. Es el amor que Dios nos ha mostrado el que alimenta nuestra pasión por compartir con los demás aquello que se nos ha dado. Cuando reconocemos que no somos dignos de recibir todo lo que Dios nos ha dado, debemos responder con amor hacia nuestro Dios y hacia nuestro prójimo. Este amor nos impulsa a dar libremente de aquello con lo que hemos sido bendecidos.

Seguir el ejemplo de Dios

A menudo se nos dice que nos sujetemos a las cosas que son más preciosas para nosotros, y por una buena razón. Aquello que consideremos lo más precioso, es muy valioso para nosotros: nos es instintivo salvaguardar estas cosas. Debido a esto, puede que seamos renuentes a compartir aquello que nos es precioso por miedo a que no lo recuperemos o que nuestra generosidad no sea correspondida. Pero entendamos que dar es amor. Y nuestro ejemplo a seguir sobre cómo amar es Dios mismo, quien es amor. Debemos aprender a amar como Él ama: incondicionalmente y sin preocuparse por la reciprocidad. Entonces, ¿cómo aprendemos a dar incondicionalmente de las cosas que nos son más preciadas, de lo mejor que tenemos? Siguiendo el ejemplo de Dios.

En Juan 3:16, la Biblia dice: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna». La creación de Dios está quebrantada y llena de pecado. Y, sin embargo, esto no ha disuadido Su amor por nosotros. En cambio, Él demostró Su amor aún más al darles a todas las personas lo mejor que Él tenía: a Su Hijo, Jesucristo. El sacrificio de Su Hijo no fue dado sólo para las personas de aquel tiempo, sino para todas las personas de todos los tiempos. Y por lo tanto, podemos sentir que Dios continua mirándonos con amor.

En Romanos 5:8, Pablo escribió: «Mas Dios muestra Su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros». Este versículo habla de la naturaleza incondicional del amor de Dios por la humanidad. El sacrificio que Cristo entregó en la cruz por los pecadores mostró que no había ninguna actividad, ninguna obra buena, que nadie pudiera hacer para recibir la gracia de Dios ni ser indultados de sus pecados. Sólo a través de la dádiva de Jesucristo se podría recibir la redención. «En que siendo aún pecadores», Jesús dio Su vida por nosotros. El amor de Dios le es dado incondicionalmente a Su creación, y nosotros somos llamados –como discípulos de Jesús– a compartir este amor incondicional que se nos ha dado.

Dar refleja tres mandamientos

Sabemos que cubrir las necesidades de los demás también es importante para Jesús porque sirve tanto a Dios como a Sus hijos. Esta importancia se expone en tres mandamientos que Jesús dio:

  • «Jesús le dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente”. Este es el primero y grande mandamiento» (Mateo 22:37-38).
  • «Y el segundo es semejante: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”» (Mateo 22:39).
  • «Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros» (Juan 13:34).

En la vida de Jesús, vemos la compasión que Él sintió por las necesidades de quienes lo rodeaban. Él dio más de lo requerido por la ley en aquel tiempo debido a la compasión y al amor que Él sentía por las personas, y debido a Su deseo de hacer la voluntad de Su Padre. De este mismo deseo, vemos que un cristiano da más del diezmo para honrar a Dios y para proporcionarles a los demás lo que necesitan, porque sentimos compasión por las necesidades de los demás. Jesús dio más allá de la ley. Él dio todo, incluso Su vida, porque Él amaba a Dios, y, por lo tanto, se convirtió en la encarnación del amor de Dios para con nosotros. Era lo que Dios quería y lo que nosotros necesitábamos. El dar cristiano es una función de nuestro amor hacia Dios y entre nosotros mismos, y es nuestra respuesta para cubrir la necesidad de los demás.

Jesús enseña además, a través de las parábolas, las actitudes y las acciones específicas que vinculan dar con servir a los demás. En Lucas 10:30-35, puedes leer la parábola del buen samaritano. El buen samaritano vio la necesidad del otro y respondió con la compasión y el amor de Dios. Pero él no sólo hizo lo mínimo, llevando a la persona herida a un lugar para recibir ayuda. Sino que él lo vendó, lo puso en su cabalgadura, lo llevó a un mesón y luego estableció un plan con el mesonero para que se cuidara al hombre completamente, incluso después de que el buen samaritano se hubiera ido. Cuando damos basados en el amor de Dios, iremos más allá de lo mínimo esperado y haremos todo lo posible para cuidar completamente de la necesidad de una persona. Puede ser que te encuentres diciéndote que para ti no es posible hacer eso. Y eso es verdad; este tipo de compasión y amor es imposible cuando dependes sólo de ti mismo. Sin embargo, cuando te entregas completamente a Dios y eres movido por el Espíritu Santo, puedes amar incondicionalmente e ir más allá de lo que se espera.

Los creyentes dan con la confianza de que su recompensa está asegurada por su creencia en Jesucristo y que la misma los aguarda en el reino de Dios. Pero esta no es la razón por la que damos. Cuando nuestro dar es una respuesta impulsada por el amor que hemos recibido, no se dedica ningún pensamiento a lo que hemos dado o a lo que obtendremos como recompensa. Esta perspectiva, basada en la parábola de las ovejas y los cabritos encontrada en Mateo 25, se explica a detalle en la tercera sesión de las conversaciones de grupo pequeño de octubre de 2017.

¿Qué tengo que dar?

Los que tienen les dan a los que no tienen. Esto es lo que Dios quiere para nosotros. En cierto sentido, es por eso que se nos ha dado lo que tenemos, para que podamos darlo. Recibimos el amor misericordioso de Dios a través de Jesucristo y de Su sacrificio, libre e inmerecidamente. Podemos expresar el amor misericordioso de Dios a los demás, cuando les damos. En 2 Corintios 8:9 se lee: «Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos». Sólo somos ricos a través de Cristo debido a Su amor por nosotros y podemos compartir esa riqueza con los demás. De una u otra manera, la mayoría de nosotros hemos experimentado un periodo de pobreza, ya sea que se trate de tener poco dinero o de recibir poco amor. Estas experiencias nos ayudan a ser compasivos con quienes vemos que están en un estado similar. Si puedes relacionarte con alguien en necesidad y ser empático con respecto a sus circunstancias, deja que tu amor por ellos sea genuino. Trabaja arduamente por cubrir sus necesidades, porque ya tienes todo lo que necesitas para hacerlo. Y si todo lo que tienes para darle a una persona es el amor de Jesús, ¡ese es el mayor regalo que se pueda compartir!

¿Quiénes son aquellos en necesidad a los que estamos llamados a dar? Incluye al Espíritu Santo para que te guíe hacia quienes necesitan ayuda. Están a tu alrededor, en tus comunidades, áreas de trabajo, familias, congregaciones… Cree que has sido colocado y equipado por Dios, y que estás en posición de servir un propósito para Su reino cada día. Esfuérzate por vivir con los ojos y el corazón abiertos, y sé guiado por el Espíritu mientras te esfuerzas por compartir el amor y la compasión del Señor. No tienes que hacer este trabajo solo. Tal como Pablo le enseñó a la iglesia primitiva, la comunidad de creyentes en conjunto puede identificar las necesidades de los demás y utilizar sus dones y recursos compartidos para ayudar a los grupos de personas que se encuentran en circunstancias adversas.

Conclusión

Dar es amor. Dios es amor. Nuestro deseo y disposición para dar están arraigados en el amor que ha sido derramado sobre nosotros por nuestro Dios. Dar lo que tenemos es un reflejo de este amor hacia Él y hacia todos los que nos rodean. Nuestro Padre Celestial ha guiado el camino mostrándonos cómo el amor motiva el dar al enviar a Su Hijo para redimir a la humanidad con Su sacrificio. A través de Jesucristo, hemos sido hechos ricos y Dios nos ha provisto de las cosas que necesitamos para poder cuidar de las necesidades de los demás. Seamos capturados por el amor de Dios y compartamos incondicionalmente nuestro amor por Él y por quienes están en necesidad al compartir y cuidar de los demás.


El Apóstol de Distrito Kolb presentó "Dar es amor" durante el Servicio que ofició el domingo 24 de septiembre de 2017 en Denver, Colorado. (Disponible sólo en inglés)


For Your Journey - Dar es... amor