Dar es Sacrificio

¿Qué te viene a la mente cuando escuchas la palabra sacrificio? ¿Tus pensamientos se dirigen a los padres que dan su tiempo, energía y dinero para darles a sus hijos una mejor crianza de la que ellos tuvieron? ¿Piensas en los hombres y mujeres que sirven en nuestras fuerzas armadas? ¿Te acuerdas de la historia del Antiguo Testamento sobre Abraham e Isaac? ¿O aparece ante ti la imagen de Jesucristo en la cruz? «Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis este vino, la muerte del Señor anunciáis hasta que Él venga».

Ya sea que lo reconozcamos o no, el sacrificio nos ha sido presentado de una forma u otra. Pero la verdadera pregunta es, ¿estás dispuesto a sacrificarte?

¿QUÉ ES EL SACRIFICIO?

En pocas palabras, el sacrificio es ofrecer algo como una dádiva a Dios. Pero siendo más específicos a la intención de la palabra griega, tysia, significa un sacrificio físico de uno mismo, tu persona, todo su ser, para la gloria de Dios. La misericordia de Dios apremia a todos a dedicar todos los aspectos de la vida a Él.

Para los cristianos, es importante que tengamos en cuenta que el sacrificio significó algo diferente y sirvió para un propósito distinto en los días del Antiguo Testamento y en el momento del nacimiento de Jesús, que después de Su muerte en la cruz. En el Antiguo Testamento, el pueblo de Dios sacrificaba ganado, corderos, cabras o palomas con el propósito específico de pagar por sus pecados. Pero todo eso cambió con la encarnación de Jesucristo, Su muerte en la cruz y Su resurrección. Debido a que Jesús sacrificó Su vida como expiación por el pecado, la necesidad de que el pueblo de Dios sacrificara animales continuamente fue erradicada. El décimo capítulo de Hebreos nos enseña esto. Considera los siguientes versículos: «Porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados […]. En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre. Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, de ahí en adelante esperando hasta que Sus enemigos sean puestos por estrado de Sus pies; porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados» (Hebreos 10:4,10-14). El sacrificio de Jesús supera todos los demás sacrificios y sirve como fuente para cada sacrificio aceptable hoy. Su sacrificio cumplió las promesas hechas por Dios siglos antes, y efectivamente restauró la comunión entre el Creador y Su pueblo. Se le hizo frente al pecado de una vez por todas. La deuda fue pagada. El poder del pecado, la culpa y la vergüenza fue derrotado. La gloria del sacrificio de Jesucristo será alabada para siempre.

Es por eso que debemos estar continuamente agradecidos por el sacrificio de Jesucristo y darnos cuenta de que nuestros sacrificios nunca podrían compararse con los Suyos. El sacrificio de Jesús puso el amor de Dios a la vista de todos. Esto se nos da a conocer repetidamente en los Evangelios y las epístolas.

Es en reconocimiento y respuesta a este gran amor que encontramos nuestra disposición al sacrificio. El sacrificio de Jesús nos da la oportunidad de entregar nuestras vidas a Dios en acción de gracias y reconocimiento de Su amor. Nuestra disposición al sacrificio está directamente relacionada con el amor que tenemos por Dios y por las personas. Sin ese amor, nos es imposible ofrecer un sacrificio que sea aceptable para Dios.

Considera el siguiente extracto de nuestro Catecismo: «En el sentido cristiano, la ofrenda no puede ser una obligación impuesta; tampoco se puede hacer esperando una retribución, sino que acontece voluntariamente y con fe, por agradecimiento y amor» (Catecismo INA 13.2.3). Si uno se sacrifica con tal actitud, nunca se sentirá como un sacrificio, incluso si requiere un gran esfuerzo. Los creyentes sinceros no consideran como una carga el poner en práctica sus dones y talentos para el beneficio de la congregación y su prójimo, más bien es motivo de alegría. Si la disposición a ofrendar y al sacrificio se define por el amor, el creyente cumple la voluntad de Dios y actúa en el sentir de Jesús.

¿QUÉ SIGNIFICA ESTAR DISPUESTO AL SACRIFICIO?

Primero, significa que tienes la disposición a entregar tu tiempo, esfuerzo y recursos para servir a Dios y a tu prójimo. Por supuesto, dar cuesta. Pero cuando el amor de Dios energiza la disposición dentro de nosotros para sacrificarnos, entonces ya no nos mantendremos firmes en nuestras propias prioridades y deseos; son lo que sacrificamos para servir a otros y glorificar a Dios. ¿Estamos dispuestos a renunciar a lo que consideramos más valioso para ayudar a hacer crecer el reino de Dios?

En segundo lugar, nuestra disposición al sacrificio significa que estamos verdaderamente comprometidos a servir y dar. El amor de Dios impacta toda nuestra vida. ¿Debería nuestro compromiso con Él ser solo a tiempo parcial?

Tercero, en el Espíritu de Cristo, debemos estar dispuestos a dar y sacrificar sin buscar ninguna respuesta o esperar recibir algo a cambio. Sabemos que nuestro Padre celestial es testigo de todo lo que hacemos y que nos ha bendecido y continuará haciéndolo. Sabemos esto por el Salmo 33:13-15: «Desde los cielos miró Jehová; vio a todos los hijos de los hombres. Desde el lugar de Su morada miró sobre todos los moradores de la tierra. Él formó el corazón de todos ellos; atento está a todas sus obras».

Y finalmente, estar dispuesto al sacrificio significa que no nos comparamos con nadie más ni con lo que tal vez estén dispuestos o no a renunciar. Nos damos cuenta de que todos somos únicos y tenemos nuestra propia relación individual con el Señor. Hemos sido creados y equipados para ser un participante activo en el cuerpo de Cristo. Estemos dispuestos a dar de nosotros mismos.

Nuestro deseo y disposición al sacrificio están arraigados en el amor y la misericordia de Dios. Es por Su amor y misericordia que nuestras vidas son transformadas y podemos ser renovados espiritualmente. Respondemos a esta misericordia sacrificándonos para Su gloria. Pablo describe la respuesta de esta nueva vida que fluye de la misericordia de Dios en Romanos 12:1: «Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional».

Debido a que Dios ha sido misericordioso con nosotros, a su vez le ofrecemos nuestros cuerpos como sacrificio vivo. Nuestro comportamiento es nuestra oportunidad de hacer visible la belleza de Cristo. Permitamos que nuestra vida sea un acto de adoración. Sé siempre consciente de tus acciones y tu propósito y esfuérzate cada día para que cada parte de tu cuerpo —tus manos (lo que haces), tus pies (a dónde vas), tus ojos (lo que ves), tus labios (lo que dices)— refleje santidad (Hebreos 13:15-16). Incluso si esto significa renunciar a cosas materiales que queremos o creemos que necesitamos. Permite continuamente que el poder santificador del Espíritu Santo te transforme. Nuestro cuerpo se convierte en un sacrificio santo de adoración cuando se dedica a los propósitos de justicia y misericordia de Dios. Nuestro sacrificio es santo y aceptable para Dios cuando se ofrece con un corazón dispuesto, lleno de Su amor.

¿Estamos dispuestos a sacrificarnos y dar de nosotros mismos para glorificar a Dios y dar a conocer el nombre de Jesús? Permite que la misericordia y el amor del Señor saturen tu corazón, y te sorprenderás de lo dispuesto que estás a mostrar tu amor por Dios y por los demás.