Dar es gozo

Maravillados por el increíble amor y fidelidad de Dios para con nosotros, reconocemos el honor que es reflejar Su amor al compartirlo con quienes nos rodean. Amamos porque creemos en Cristo. Creemos porque Él nos ama. Sentimos gozo porque Cristo nos ha invitado a una relación con Dios. Damos por el amor, la fe y el gozo que hemos recibido de Él, porque sabemos que somos amados, sabemos quiénes somos y sabemos a dónde vamos.

La fuente de nuestro gozo

La fuente de gozo de un cristiano es su infancia divina. Jesús reveló esta verdad directamente a Sus discípulos después de que regresaron de su viaje a Palestina. Jesús designó a 70 de Sus seguidores para que atravesaran esa tierra, donde Él estaba por ir, para anunciar la venida del reino de Dios. Jesús les advirtió que no iban a ser bien recibidos en todos los lugares a los que fueran. Ellos iban a ser «corderos en medio de lobos». Sin embargo, cuando finalizaron su viaje y regresaron con Jesús, ellos regresaron con gozo (Lucas 10:17). Estaban llenos de gozo porque habían tenido éxito. Dios los había utilizado, y habían sido testigos de la manifestación del poder de Cristo en su obrar. Ellos declararon su felicidad por el hecho de que los demonios se sometían a ellos en el nombre de Jesús. Entonces, debido a su éxito y al poder que habían experimentado, estaban felices. Jesús les respondió al redirigir su enfoque a la verdadera fuente de gozo: «Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos» (Lucas 10:20).

Jesús les enseñó a estos seguidores que debían tener cuidado de no confundir la base de su gozo. Esta lección es importante para todos nosotros hoy en día. La bendición de Dios es para la vida espiritual. ¿Qué tan a menudo nuestro gozo fluctúa y depende de lo que sucede en nuestras vidas: de nuestros asuntos familiares, vida laboral, círculos sociales, etc…? ¿Nos regocijamos únicamente cuando todo está bien? ¿Nuestro gozo desaparece cuando estamos atravesando luchas? ¿Qué dice eso a quienes nos rodean?

Nuestro gozo está fundamentado y arraigado en nuestra infancia divina. Cuando esta verdad permanece en primer plano en nuestras vidas, entonces, sin importar los altibajos de la vida, nuestro gozo es evidente. Estamos seguros en una relación de amor con nuestro Padre Celestial. Somos hijos de un Rey y estamos bajo Su provisión y cuidado. Él ha demostrado Su amor por nosotros al enviar a Su Hijo para rescatarnos de nuestros pecados. Su amor ha sido derramado en nosotros a través del Espíritu Santo. ¡Este es nuestro gozo! Es una verdad inalterable y es la motivación detrás de todo lo que hacemos. Experimentar este gozo nos impulsa a dar.

Compartir lo que tenemos

Como iglesia, una comunidad de creyentes unida, el gozo de nuestra infancia divina nos debe inspirar a compartir y ayudarnos unos a otros. Esto también estaba en los corazones de los creyentes en la iglesia primitiva. Esto se muestra en Hechos 2:42-47:

Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles. Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.

De este ejemplo aprendemos que los primeros creyentes eligieron la generosidad en lugar de la codicia terrenal. Ellos reconocieron que todos eran iguales ante el Señor, y tomaron la decisión de dedicarse a crecer en su conocimiento de Él. Su gozo los condujo a compartir, a dar mutuamente y a celebrar juntos. Ellos alabaron juntos a Dios por Su benignidad y por la nueva vida que tenían en Él. Lucas narra que al hacer esto, debido a su gozo y actividad, fueron un testimonio a quienes los rodeaban, y la congregación creció.

Cuando nuestra vida en Dios es nuestro gozo y conduce nuestras acciones, nuestro gozo tiene un impacto en los demás, porque damos y compartimos con ellos, de manera voluntaria y sin prejuicios. ¿Tu relación con Jesucristo llena tu corazón de gozo y conduce tus acciones? Si no lo sabes, te animamos a conversar con un ministro o con un hermano creyente que exude gozo, para profundizar tu entendimiento.

Dar con gozo: 2 Corintios

El Apóstol Pablo estaba buscando ayuda financiera de la iglesia en Corinto, para la iglesia en Jerusalén. Su intención de exhortar a los corintios a participar en la ofrenda fue darles la oportunidad de emplear su abundancia para ayudar a los creyentes en Jerusalén, quienes estaban en la pobreza. Les explicó cómo dar adecuadamente, y que su ofrenda debería ser una ofrenda generosa en lugar de una donación a regañadientes. La generosidad de Dios con ellos fue un incentivo para que dieran generosamente. Su dar sería una acción de gracias a Dios; cubriría las necesidades del pueblo de Dios; y unificaría a creyentes judíos y gentiles.

Mientras practicamos dar del gozo que tenemos de Dios, consideremos las palabras que el Apóstol Pablo escribió a los corintios en 2 Corintios 9:7: «Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre». Cuando maduremos en el sentir de Cristo, ya no daremos a regañadientes o por necesidad, sino más bien intencionalmente y con consideración. Nuestro dar se convierte en nuestra decisión, y puesto que es algo que queremos hacer, damos llenos de gozo. Dar con gozo se hace libremente, no a regañadientes. Aquí es donde el dar se convierte en fe, amor y gozo entrelazados.

Pablo reafirma a la congregación para que confíe en la provisión de Dios. «Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra» (2 Corintios 9:8). Nuestra infancia divina asegura nuestro futuro. Él nos dará todo lo que necesitemos para hacer la buena obra que Él ha preparado para que la llevemos a cabo (Efesios 2:10). Esta seguridad nos da la libertad para dar con gozo, generosidad y confianza.

Como creyentes en Jesucristo, damos generosamente porque hemos recibido todo de nuestro generoso Dios sin condiciones. Nunca olvidemos que todos estábamos perdidos e indignos de la gracia. Sin embargo, nuestro Padre Celestial ofreció generosamente a Su Hijo para ocupar nuestro lugar y expiar nuestros pecados para que podamos ser hijos de Dios. Esa es más generosidad de la que podríamos imaginar. Cuando damos con gozo de nuestros recursos a la iglesia y a quienes están en necesidad, recordamos que todo lo que tenemos es en sí un regalo de Dios. Esto es a lo que Pablo hizo referencia cuando escribió: «Porque la ministración de este servicio no solamente suple lo que a los santos falta, sino que también abunda en muchas acciones de gracias a Dios» (2 Corintios 9:12) Cuando damos para ayudar a los demás, no sólo cubrimos sus necesidades, sino también es una ofrenda de acción de gracias a Dios por lo que nos ha proveído. Y así, podemos compartir alegremente con los demás lo que el Señor nos ha dado generosamente, y daremos sin preocupaciones porque sabemos que Él siempre cuidará de Sus hijos.

Dar con gozo se realiza con intención y consideración. Mediante la ayuda del Espíritu Santo, podemos ver a quienes están en necesidad y nos sentimos impulsados a ayudar. Queremos dar cuando seamos impulsados, con la esperanza de que quien reciba la ayuda experimente el gozo que tenemos, y glorifique al Señor.

Como fieles seguidores del Señor Jesús, entendemos que quienes están lejos del Señor también tienen necesidades, y creemos en el poder de salvación de Jesucristo. Los amamos porque todos fuimos hechos a la imagen de Dios, quien de tal manera amó al mundo que dio a Su Hijo unigénito. Compartimos libremente las buenas nuevas de salvación para que el nombre de Jesús pueda ser conocido por todos, y para que todos logren darse cuenta de que la verdadera satisfacción sólo se puede encontrar en Él.

Dar con gozo brinda un anticipo del Reino

Cuando los creyentes se unen en su dar gozoso, la congregación se convierte en un anticipo del reino de Dios. Oren juntos en su congregación, su familia, su círculo de amigos y pidan al Señor que los ayude a ser dadores alegres. Oren para que Dios les dé la habilidad de ver al mundo a su alrededor de tal manera que puedan reconocer con claridad las necesidades de los demás y actuar bajo el impulso del Espíritu Santo para compartir aquello con lo que Él los ha bendecido.


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