Los discípulos de Jesucristo colocan su fe y confianza en Él, y siguen Sus enseñanzas. Jesús nos enseña lo siguiente en Lucas 6:38: «Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir».

En esta enseñanza, Jesús instruye a los que escuchan a que tengan una disposición para dar, y les asegura que, si son obedientes en su dar, pueden confiar en que Dios siempre cuidará de ellos. Para quien es generoso, recibirá recíprocamente aquello que necesite en abundancia. ¿Estás dispuesto a colocar tu fe en esa enseñanza? Recuerda que Hebreos nos enseña que «la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve». Cuando fijas tu atención en Jesús y colocas tu esperanza en Él, Él te dará la fortaleza para andar por fe y para dar sin la inquietud de que no tendrás lo suficiente para ti.

Cuando seguimos a Dios con disposición y obediencia en nuestro dar, demostramos nuestra fe. Todo lo que tenemos, ya sea poco o mucho, es una dádiva de Dios. Es sólo por Su gracia. Así como Dios ha sido generoso y fiel con nosotros, estamos llamados a ser generosos con todo lo que hemos recibido. Pero, a veces, el temor sobrepasa a la fe. Con la incertidumbre del tiempo en el que vivimos, las preocupaciones que muchos tienen sobre su empleo y la economía, y el miedo a la inseguridad podrían ser un obstáculo que disminuye el deseo y la disposición de alguien para dar. Durante estos tiempos turbulentos de la vida, encuentra el aliento para hacer firme tu fe en Jesús, quien es el autor y consumador de la fe (Hebreos 12:2). Él ha hecho todo lo necesario para que perseveremos en nuestra fe. Él siempre nos será fiel y las Escrituras son una prueba de ello. Lee sobre los israelitas, sobre las experiencias de Abraham, Moisés, Josué, David, etc. A través de sus experiencias, vemos cómo Dios cumplió Sus promesas y permaneció fiel a todos ellos. Y así como Jesús les enseñó a los discípulos a no preocuparse por lo que comerán o con qué se vestirán, nosotros debemos aceptar estas palabras de aliento, y entregar nuestras preocupaciones y temores a Jesús (Mateo 6:31).

Pablo enseñó lo siguiente a los creyentes en Corinto: «Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra» (2 Corintios 9:7-8).

Si te surge la pregunta sobre si tienes los recursos o no para dar de tu dinero, gozo, tiempo, etc… ten en mente esta lección de Pablo. Si se es obediente y fiel con lo que se ha recibido, y se comparte según la guía del Espíritu, experimentaremos la provisión continua de Dios.

Piensa por un momento sobre la labor que hace un maestro de escuela dominical. Ellos dan su tiempo y emplean sus dones, pasiones y energía para enseñar a los estudiantes jóvenes. Ellos comparten lo que han recibido. Ellos no saben exactamente cómo llegará a ser el niño, pero tienen la esperanza de que su labor inspirará a aquella persona joven a crecer con una sed de conocimiento sobre Dios. O considera la labor de los padres. Los padres les dan a sus hijos de aquello que han recibido. Ellos ponen el ejemplo y, con fe, esperan que sus hijos crezcan y sigan sus pasos. Esto va más allá de las cosas materiales; se extiende a dar tiempo, ofrecer un oído atento, mostrar compasión, entre otros. Una vez más, los padres no saben exactamente cómo llegarán a ser sus hijos cuando crezcan, pero dan de sí mismos con fe, esperando causar un impacto positivo en ellos. Dios conoce nuestras buenas obras y cuando actuamos conforme a Su voluntad, creemos que Él bendecirá todo lo que se hace, acercándonos a Él y a los demás. De esta manera, nuestro dar es fe.

Cuando damos por fe, lo que compartamos con los demás será aceptable para nuestro Dios. En la historia de Caín y Abel, dos hermanos llevaron sus ofrendas y se las presentaron a Dios. La Biblia nos dice que «[…] el Señor miró con agrado a Abel y a su ofrenda, pero a Caín y su ofrenda no miró con agrado […]» (Génesis 4:4-5 LBLA). La razón por la cual Dios aceptó a una y no a la otra no se explica en Génesis, pero el autor de Hebreos nos lo esclarece un poco en Hebreos 11:4 (CST): Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía». La ofrenda de Abel fue aceptable ante los ojos de Dios simplemente debido a su fe.

Debido a su fe y a su deseo de hacer lo correcto, Abel fue declarado como justo. E incluso después de su muerte, la fe de Abel aún habla fuertemente. Sus acciones fueron, y aún son, un ejemplo para todos. La intención no es que demos por obligación o porque recibiremos una recompensa si lo hacemos. Damos por amor al Señor y por nuestra fidelidad a Él. Hemos de compartir lo que tenemos con una buena intención del corazón. Así, nuestra ofrenda también será declarada justa, y nuestra fe hablará fuertemente al mundo que nos rodea.

Dios no se interesa por cuánto tenemos, sino por cuán fieles somos. Nuestra disposición a dar demuestra nuestra fe en Dios y nuestra confianza en que Él siempre cuidará de aquellos que le han entregado su corazón. En Lucas 12:48, como parte de una respuesta a Pedro, Jesús dijo: «Porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá».

Jesús está enfatizando aquí que un gran privilegio, conlleva una gran responsabilidad. El mayor privilegio que se nos ha otorgado es ser hijos de Dios. Cuando creemos que hemos recibido aquel título por medio de la fe, aunque tengamos poco o mucho, seremos guiados por el Espíritu Santo para utilizar lo que tenemos al servicio de Él.

Dar es fe porque es por nuestra confianza en Dios y nuestra dedicación a Jesús, que compartimos obedientemente lo que tenemos, con el conocimiento pleno de que nuestro Dios siempre cuidará de nosotros.

Esto no significa que debemos tener la expectativa de que si damos $10, Dios nos recompensará con $100. O que, si servimos con nuestro automóvil, entonces Él, algún día, nos recompensará con uno nuevo. Dios continuará siendo fiel a nosotros y nos proporcionará las cosas que necesitamos para continuar sirviéndole, al servir a los demás. Que esta enseñanza sobre dar es fe, fortalezca tu entendimiento de la fidelidad de Dios y tu deseo de compartir con los demás debido a tu compromiso y fidelidad a Él.