La adoración es la expresión de uno hacia otro del beneficio o valor que se le da. Como cristianos, usamos esta palabra en referencia a Dios, nuestro Padre y Creador, nuestro Salvador y Redentor, nuestro Ayudador y Consolador. Naturalmente, entendemos que Dios no necesita nuestra adoración, sin embargo, la adoración es necesaria para nosotros y para el desarrollo de nuestra relación con Dios.

Desde los primeros tiempos bíblicos, los seres humanos han expresado su adoración y agradecimiento a través del acto de dar. Podemos leer en Génesis que esta era una respuesta muy natural, casi instintiva. Caín y Abel se volvieron a Dios, su Creador, y le dieron ofrendas. Además, después de que el gran diluvio amainó, Noé - sin ninguna instrucción de Dios - se volvió a Él de manera muy natural, edificó un altar y presentó ofrendas en reconocimiento de la benevolencia y protección de Dios, las cuales fueron de Su agrado. Más adelante, a lo largo de la historia, podemos ver que Dios estipuló cómo recibiría las ofrendas de Su pueblo.

A medida que avanzamos en la Biblia hacia el Nuevo Testamento, podemos ver que dar como adoración también adquiere una naturaleza espiritual. Los salmos hablan de sacrificios de gozo, Jeremías habla de sacrificios de alabanza, lo que también es destacado por el escritor de Hebreos. Pablo habla de manera más definitiva sobre dar el ser total de uno en Romanos 12:1: «Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional».

Por lo tanto, podemos estar seguros de que dar como forma de adoración significa devolver algo a nuestro Benefactor; no como un intercambio uniforme de servicios o una dádiva del mismo valor, sino como una muestra para expresar nuestros sentimientos. Porque sabemos que el Señor mira la disposición de nuestro corazón (Samuel 16:7), esta expresión incluye nuestra:

  • Humildad ante Su omnipotencia y benevolencia
  • Confianza en Aquel que provee y protege
  • Necesidad de Su gracia cada día
  • Adoración por Su amor, compasión y perdón
  • Gratitud hacia Aquel que es el Dador de todas las buenas dádivas (Mateo 7:11, Santiago 1:17)
  • Generosidad al saber que todo proviene de Él

En pocas palabras, es un medio para que le mostremos a nuestro Padre lo que Él significa para nosotros. Y este dar no es solo con respecto a nuestras ofrendas y sacrificios dados directamente a Él, sino que, como Jesús enseñó en Mateo 25:40, dar a los demás por Su amor a nosotros, es una expresión directa a Él: «[…] De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis».

Muchos de nuestros hermanos y hermanas comprenden este principio divino y han dado suntuosamente a otros. Han descubierto el maravilloso misterio de dar; no damos por notoriedad ni por motivos ocultos, sino que dar en el sentir de Cristo resulta humildemente en un gozo que llena el corazón, como ningún otro. Su dar también es una fuerte manifestación de su absoluta confianza en el Todopoderoso, con la seguridad de que Su provisión siempre los sostendrá.

Por lo tanto, dar a nuestro Padre misericordioso — como una declaración firme de que solo Él es la fuente bendita de todo lo que somos y tenemos — se convierte en nuestro privilegio. ¿Qué mejor manera de adorar a Dios y decirle lo que Él significa para ustedes que tomando lo que les ha dado en sus vidas y usándolo para bendecir y servir a los demás? Al dar, glorificamos a nuestro Dios.